Usar el Cerebro - Autor Facundo Manes

¿Cómo tomamos cada una de nuestras decisiones? ¿Qué es la conciencia? ¿Y las emociones? ¿De dónde viene la inteligencia?

El cerebro humano es la estructura más compleja del universo, tanto, que se propone el desafío de entenderse a sí mismo. Todo lo que hacemos depende de esta “máquina” casi perfecta, que contiene más neuronas que las estrellas que existen en nuestra galaxia. Hasta hace solo algunas décadas estas incógnitas eran abordadas únicamente por filósofos, artistas, líderes religiosos y científicos que trabajaban de manera aislada.

Sin embargo, en los últimos años las neurociencias emergieron como una nueva herramienta para intentar entender estos y otros enigmas. Por tratarse de una disciplina tan importante, ligada a preguntas e interrogantes vitales, es fundamental que su trabajo y sus logros no queden atrapados en laboratorios, sino que sean conocidos y puestos en común por todos y cada uno de nosotros. Y es ahí en donde un libro como Usar el cerebro se vuelve indispensable.

Porque Facundo Manes –una autoridad internacional en el tema– de la mano de Mateo Niro, no solo dejan en claro que el estudio neurocientífico resulta tan apasionante como innovador, sino que, más allá de sus alcances, ha logrado progresos y descubrimientos que permitieron enriquecer la calidad de vida de millones de personas. En pocas palabras: conocer nuestra mente para vivir mejor.

Facundo Manes es un neurocientífico argentino creador del Instituto de Neurología Cognitiva y del Instituto de Neurociencias de la Universidad Favaloro.

 

Una clase gratis de gimnasia de mantenimiento para el cerebro

Hablamos con el prestigioso neurólogo y neurocientífico argentino Facundo Manes, autor, junto a Mateo Niro, del libro ‘Usar el cerebro’, publicado recientemente por Paidós y que lleva por subtítulo ‘Conocer nuestra mente para vivir mejor’. Toda una lección de salud mental. Un ejercicio en el que surgen mil preguntas que parecen ciencia-ficción y respuestas apasionantes.

Las investigaciones para saber más sobre nuestro cerebro, cómo funciona, son positivas en cuanto nos pueden ayudar a tratar muchos males que nos aquejan, como ansiedades, fobias, depresiones, bipolaridad y Alzheimer, y que cada vez parece que son más frecuentes, pero ¿no produce también pavor que desde el poder se aprovechen esos conocimientos para controlarnos mejor, manipularnos más? ¿No nos sirve de escudo que aún nuestros cerebros sean incontrolables y desconocidos, incluso para nosotros mismos?

Yo creo que es inevitable que la ciencia avance en el estudio sobre el cerebro; en las últimas décadas hemos aprendido más sobre el funcionamiento cerebral que en toda la historia anterior de la Humanidad; debido sobre todo a los avances en genética y en neuroimágenes, y también a que las potencias, EE UU, Europa, China, han puesto el estudio del cerebro como una prioridad de la ciencia. Es inevitable que avancen los hallazgos sobre el cerebro, y por eso deben difundirse, para que haya un debate social; ese conocimiento no puede estar restringido a los laboratorios, tiene que llegar a toda la sociedad, para que se debata sobre las implicaciones éticas que ello supone.

¿No cree, pues, que en esa prioridad de las potencias hay un interés soterrado, y a veces incluso poco disimulado, sobre cómo manejar mejor a las masas?

Hay muchos intereses; pero también el de descifrar la fisiopatología de enfermedades que suponen unos costes enormes a la sociedad, como las depresiones. Por otro lado, aprendiendo de cómo funciona el cerebro se pueden crear sistemas inteligentes o mejorar la inteligencia artificial. Los intereses para estudiar la mente son múltiples, por eso la sociedad debe estar alerta sobre los avances, para que haya un debate ético y moral, que incluye el uso de los Gobiernos de esos conocimientos.

De todos los avances en el conocimiento del cerebro, ¿cuáles destacaría usted de los últimos años?

Uno que me sorprende es que la neurociencia ha demostrado de manera convincente que la memoria no es tanto el hecho que vivimos, sino el último recuerdo; cada vez que evocamos algo lo vamos modificando.

Es decir, ¿vamos reinterpretando nuestro pasado según nuestra evolución, los recuerdos no son algo monolítico, sino que los vamos transformando, adaptando?, ¿quizá por eso hay instantes de nuestra adolescencia que nos resultan un horror en la juventud, y luego, en la madurez, los recordamos como mejores, nos reencontramos y reconciliamos con esa adolescencia a veces tan dura…?

Totalmente; la memoria es un acto creativo, reconstruye los recuerdos cada vez que los evoca… Cuanto más invocamos un recuerdo, más lo podemos modificar. Y otro aspecto de los avances científicos que me ha sorprendido es la demostración de que hay regeneración neuronal, incluida la edad adulta; lo que prueba que el cerebro tiene neuroplasticidad; la experiencia cambia las conexiones neuronales, la experiencia modula nuestro cerebro. Se generan conexiones permanentemente. La experiencia modula nuestro cerebro.

¿En qué son punteros en su laboratorio?

En tres temas. En el estudio de la demencia que atrofia el lóbulo frontal y que cambia la personalidad; los afectados mantienen la memoria pero se convierten en personas más vulgares, impulsivas, desinhibidas; estamos desarrollando técnicas de predicción. En qué pasa en el cerebro de los pacientes en estado vegetativo. Y en la empatía, el cerebro social, la toma de decisiones, la inteligencia emocional; cómo lesiones cerebrales afectan a la inteligencia emocional y la toma de decisiones. Una lesión cerebral te puede cambiar la personalidad.

¿Es cierto que se ha adelantado tan poco en el tratamiento de las enfermedades mentales, que seguimos en una etapa rudimentaria?

Sí, lamentablemente, en la enfermedad mental estamos como en la diabetes o en la enfermedad cardiaca hace 60 o 70 años; y es que todavía no tenemos un marcador biológico, con lo cual se hace muy subjetivo el diagnóstico y el seguimiento del tratamiento. Y esto se resuelve con más ciencia. Pero no una ciencia reduccionista, porque la enfermedad mental es también el producto de la interacción con el mundo, con el nicho social, en el ambiente; así que el abordaje del trastorno mental se debe hacer desde un plano complejo, porque es la interacción de lo biológico con lo social.

A menudo nos olvidamos de que el cerebro no trabaja sólo en una dirección; es decir que no sólo recibe sino que también está emitiendo mensajes, ¿no?

Exactamente. Uno puede reescribir la realidad. El cerebro crea la realidad. La manera en que pensamos es la manera en que sentimos. Si yo pienso que a vos esta entrevista te está gustando, me voy a sentir bien; pero si pienso que te sentís defraudado, me voy a sentir mal. Todo lo fabrica mi cerebro. Si uno tiene pensamientos tóxicos, negativos, va a acabar sintiéndose mal, eso está claro.

¿Y qué me dice de la inteligencia colectiva?

Es un tema de mucho interés ahora. Cuando uno está en grupo, sabemos que la inteligencia individual se expande. O, dicho de otra manera, el coeficiente intelectual de grupo es mucho más que la suma de las partes. Hoy el conocimiento se genera en equipo. Se han estudiado los factores que predicen el éxito de un equipo: uno es el nivel de empatía de los integrantes de ese grupo; otro, que no haya una voz dominante en el grupo, sino varias voces dominantes; y el tercer factor que predice el éxito de un grupo es la presencia de mujeres; se cree que se debe a que son más emocionales; mejor dicho, no es tanto eso, como que manejan de forma diferente las emociones y la empatía.

¿Es distinto el cerebro de una mujer del cerebro de un hombre?

A nivel funcional, sí. A nivel anatómico no tanto; un patólogo no se daría cuenta viendo en una mesa 10 cerebros cuál fue de una mujer o de un varón; pero a nivel funcional sí. Es lógico que así sea, porque desde el útero hay baños hormonales diferentes. Ellas manejan de forma muy distinta las emociones.

Digamos que aquí no importa tanto la anatomía, como las conexiones neuronales…

Exacto. La manera de procesar de los cerebros.

Y por lo que me dice, además, esa manera de procesar, de funcionar el cerebro, va cambiando, ¿no? Y eso es algo de lo que tampoco somos perfectamente conscientes…

Obviamente, las experiencias, las vivencias lo van modulando.

Así que, como con los músculos, el entrenamiento es importante… ¿Todo lo que le va bien al cuerpo le va bien al cerebro?

Todo lo que le va bien al corazón le va bien al cerebro. Y, sobre todo, tres cosas: el ejercicio físico, que genera nuevas conexiones neuronales, es un buen ansiolítico, un buen antidepresivo; la vida social, el contacto social es muy importante, y sobre todo con gente más joven; y, además, el desafío intelectual, aprender cosas nuevas. Más todo lo que le hace bien al sistema vascular, al corazón. ¡Ah!, y muy importante, el optimismo.

¿Pero el optimismo se puede entrenar? ¿O uno nace optimista o pesimista?

Bueno, hay gente que tiene mayor resiliencia, que ve el vaso lleno cuando otros lo ven vacío, eso está claro. Pero hay algo en el libro que debemos recordar, una frase atribuida a Einstein…

…Que podemos leer en la página 59 y que me parece que la deberíamos llevar siempre en el bolsillo o en la cabeza o en el corazón: “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”…

Exactamente… Pero es verdad que hay ciertas situaciones, como la depresión, que nos causan una apatía y pérdida de voluntad, una abulia permanente, y es en esos casos cuando debemos pedir ayuda a los profesionales. El límite es cuando esa apatía impacta en nuestra vida diaria, laboral, familiar; entonces se debe pedir ayuda.

Entonces, ¿qué puede decirnos sobre el Alzheimer, que tanto incide en nuestra sociedad y tanto nos preocupa? ¿Puede haber gimnasia de mantenimiento para prevenirlo?

El principal factor de riesgo para el Alzheimer es la edad; y el mundo está viviendo más, por eso hay más Alzheimer. Es el principal factor de riesgo, sin duda: la edad. Pero una cosa importante que hoy sabemos es que los cambios cerebrales preceden a la enfermedad de Alzheimer en décadas. Esos cambios preceden a la aparición de los síntomas en dos o tres décadas. Por eso hoy hay bastante evidencia de qué podemos hacer para intentar disminuir el deterioro cognitivo. Y es cuidar el sistema vascular, el sobrepeso, comer sano, controles de colesterol, de tensión arterial…

Dentro de esa gimnasia de mantenimiento también es importante el sueño, ¿no?

Sí, dormir es salud.

‘Dormir bien para estar despiertos’ es el título de una de las subsecciones de su libro.

Exactamente. El sueño hoy es uno de los factores más importantes para reducir el estrés, para vivir mejor; la gente debe tener un sueño reparador. Por lo que se ha demostrado ya científicamente, el sueño tiene tres funciones primordiales: consolida la memoria, interviene en la modulación de la respuesta inmunológica y modula la respuesta hormonal. Quien no duerme bien está más irritable, de mal humor; y rinde cognitivamente menos.

También recomienda en su libro la meditación.

La meditación cambia las conexiones neuronales. Hoy sabemos que hay cambios en el cerebro cuando meditamos, y es, de hecho, una de las sugerencias de muchos especialistas hoy para tratar la ansiedad y el estrés.

Ay, el estrés. Otro de los males más extendidos en las sociedades del Primer Mundo, las supuestamente acomodadas.

El estrés es una respuesta fisiológica normal del cerebro, que nos ayuda a superar ciertos retos, a estar activos… Ese estrés es bueno. Pero el estrés crónico es el problema. Cuando ese mecanismo se hace crónico, viene el problema, porque impacta en el ánimo, en el cuerpo, inclusive en el cerebro.

¿Y se pone todo patas arriba?

Exactamente.

¿Y las drogas? Hay expertos que empiezan a relacionar su consumo con un aumento de la tasa de incidencia del Alzheimer en un futuro próximo.

Lo que sabemos es que la adicción secuestra el cerebro e imposibilita el libre albedrío o libre elección.

¿Está cercano el día en que el planeta esté compartido por los seres humanos y los cíborg, mitad humanos, mitad robots?

Hoy vivimos cosas que parecían ciencia-ficción y son ya realidad. Ciertos pensamientos básicos se pueden leer con electrodos en la cabeza. Desde hace ya bastantes años, gente sin movilidad puede pensar en mover ciertos objetos, como el ratón de la computadora, y con esos electrodos en su cabeza, conectados a un brazo robótico, hacer los movimientos que ese sujeto está pensando.

¿Cercano el día en que podamos hacernos intervenciones mucho más profundas que las de cirugía estética, para colocarnos implantes de aumento de ‘gigabytes’ de memoria o de ‘newtons’ de fuerza en los brazos?

Ese es precisamente uno de los temas por los que la sociedad debe estar al tanto de los avances en este plano, porque va a haber dilemas éticos, como por ejemplo, si podemos mejorar nuestra memoria, nuestra inteligencia, y para qué. En eso yo creo que la neurociencia ha de tener unos límites que ha de debatir la sociedad.

Pero posible va a ser posible…

Ya lo es. Ya hay, por ejemplo, medicamentos que refuerzan la memoria. El tema es ¿para qué? Otro asunto es cuando tenemos un problema. Pero si la tenemos normal, ¿para qué queremos aumentarla?, ¿para qué queremos más memoria?, ¿hacen bien estas medicaciones? Hay medicación para Alzheimer que pilotos de aviación han utilizado para mejorar su capacidad espacio-visual. O gente que toma algunos medicamentos como la Ritalina para mejorar la atención.

En esta sociedad de redes sociales y nuevas tecnologías, de móviles y ‘whatsapp’, de tantos mensajes y tan rápidos, de tanto flash y tan poca profundización, ¿está cambiando en las nuevas generaciones la forma de percepción?

No sabemos bien qué está pasando con las nuevas tecnologías en el cerebro. Sabemos algunas cosas. Como que en personas con tendencias ansiosas, compulsivas, obsesivas, la tecnología puede aumentar esas conductas. Por eso es importante no estar conectado todo el día. Es bueno volver a tener introspección, aburrirse, imaginar…

Para terminar, a modo de resumen, y ya que su libro se titula ‘Usar el cerebro’, tres recomendaciones primordiales para gente que se encuentre mal, ansiosa, nerviosa, estresada, para que comiencen a usar bien el cerebro.

Que hagan ejercicio físico, que se conecten socialmente y, si esa angustia impacta y afecta en su vida, que busquen ayuda profesional.

CINCO EJERCICIOS BÁSICOS

A partir de los consejos elaborados por la Clínica de Memoria del Instituto de Neurología Cognitiva de Buenos Aires, creado por Facundo Manes, y recogidos en su libro Usar el cerebro, cinco ejercicios básicos para mantener una mente sana:

1. Desafía tu cerebro a diario con actividades intelectuales y de ocio cultural como hacer cursos, aprender un idioma, ir al teatro o a conciertos, visitar museos o galerías de arte, leer prensa o libros…

2. Haz ejercicios de memoria y de síntesis, operaciones matemáticas sin calculadora, resume y cuenta la trama de las películas que has visto, trata de identificar los ingredientes de los platos que comes en un restaurante o en casa de amigos o familiares.

2. Disfruta de una comida saludable, una dieta mediterránea, con abundantes legumbres, cereales, verduras, frutas y pescado azul, y sin abusar de las carnes. Prohibido el tabaco y las drogas. Y bebe con mucha moderación.

3. Haz ejercicio a diario y que te resulte agradable. Desde yoga y Pilates a caminar o montar en bici, gimnasio, jardinería… Hay muchas opciones.

4. Cuida tu vida social. Habla, sal a la calle, relaciónate con gente más joven que te transmitirá energía, optimismo y otra perspectiva vital.

5. Cuida el tiempo de sueño, y los momentos de descanso y relajación -y también de meditación, de vaciar la mente- a lo largo del día.

Por Rafa Ruiz, Periodista convencido de que las luces al final del
túnel sólo se ven desde una perspectiva progresista de la realidad,
con un compromiso sólido con la cultura, el arte y el medio ambiente.